Facebook: una pregunta por lo superficial

Por Víctor Menco Haeckermann
Un comentario jocoso de un buen amigo sobre mis fotos “superficiales” en Facebook me ha motivado a escribir la presente nota. ¿Todo un escritor, un intelectual, exhibiéndose en Facebook?, fue más o menos la pregunta retórica que se hizo en el mensaje que me envió. Como sé que no hay dolo en sus bromas, decidí comentarle su apunte sobre mis deslices de banalidad recordándole un pasaje de un libro que seguramente él ha leído.
En un diálogo de la novela “El retrato de Dorian Gray”, de Oscar Wilde, hay una opinión de un personaje, Lord Henry, que influyó en mi manera de aproximarme a este tema: “La gente dice a veces que la Belleza es solamente superficial. Pero siquiera no es tan superficial como el pensamiento. Únicamente la gente limitada no juzga por las apariencias, el verdadero misterio del mundo es el visible, no el invisible”. Estas son las palabras que Lord Henry le dice al joven Dorian Gray, quien comenzando la historia se niega a cuidarse de los dañinos rayos del sol que caen sobre su rostro.
Este aristócrata inglés es consciente de que existe una falsa espiritualidad en el cultivo del intelecto. Se trata de un sofisma (del que todos en algún momento hemos sido partícipes) que consiste en hacernos creer que, al no dejarnos llevar por las apariencias, estamos por encima de quienes sí se permiten una fotografía al lado de un auto lujoso, una rubia o un rubio despampanante, o un castillo antiguo. Nada más falso y egocéntrico por parte de los seudointelectuales de tiempo completo, los cuales no se dan cuenta de la similitud íntima que existe entre colgar fotos en Internet para que las vean miles de desconocidos y exhibir ideas en libros que serán leídos por gente igualmente desconocida.
De todas maneras, hay un tono excesivamente celebrativo en las palabras de Lord Henry con respecto a la estratificación del pensamiento por debajo de las apariencias, ya que sabemos, por medio de filósofos y sociólogos del tipo Lipovetsky o Bourdieu, que estamos en una peligrosa era de la superficialidad que se extiende a las esferas más impensables, como la sustitución de la realidad por la imagen televisiva: “nos hemos vuelto más sensibles a la miseria expuesta en la pequeña pantalla que a la inmediatamente tangible”, dice Lipovetsky. Sin embargo, en la obra de Wilde se necesitaba ese contrapunto: a Lord Henry como “abogado del diablo” para que neutralizara la aversión excesiva hacia lo superficial que padece el joven Dorian al principio de la novela, hasta convertirlo en un vanidoso compulsivo. Lo que se dice “una lucha de extremos”.
Cada quien busca su manera de aceptarse, pero una sensación que queda después de leer esta novela en su totalidad es la de tratar de ser alguien equilibrado, que no deposita su confianza ni en las apariencias ni en el intelecto; la de aquél que sabe que el ser humano es la suma de infinidades de cosas que afloran en contextos específicos, entre las que se enumeran tanto los prejuicios como las gratas sorpresas que nos encontramos al superarlos, las primeras impresiones, la admiración muchas veces merecida que despiertan los pensadores y los actores de cine, y las formaciones de personalísimos cánones de belleza bajo el cual medimos, con el paso del tiempo, a nuestra pareja.

Hasta en las guerras antiguas la apariencia cumplía una función, como relata la Ilíada que acontece cuando el troyano Alejandro, se presenta frente a sus enemigos con una piel de leopardo que le cubre los hombros y la espalda. El mensaje es claro: La piel es de una fiera que ha matado y despellejado con sus propias manos. ¿Acaso el maquillaje de las mujeres no es equivalente en la guerra por el amor? Definitivamente, a veces toca adentrarnos en el misterio del mundo visible y juzgar el libro por su cubierta. 
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Fuente: Menco Haeckermann, Víctor. "Facebook: Una Pregunta Por Lo Superficial". Revista Actual 1 Abr. 2010: 23. Print. 
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