La perra del pesebre

Izquierda: mi mamá con una hija de Betty. Arriba: Betty tomando un baño de sol. Abajo: Betty en el pesebre.
¿Cómo llegó una perrita callejera a reunirse con los animales del pesebre navideño?
Por Víctor Menco Haeckermann
Era domingo en la noche, un 2 de febrero. Como en mi ciudad casi no se acostumbra a cocinar los domingos, mi primo Carlos Haeckermann y yo fuimos a comprar perros calientes y nos sentamos a comer en el andén de mi casa. En esas estaba cuando miré a la derecha y vi, a dos casas de la mía, algo que se movía junto al andén. Como estaba muy oscuro, yo pensé que era una rata; así que me paré a ahuyentarla. Pero sus movimientos eran circulares, totalmente atípicos. Al acercarme más, me llevé la sorpresa de que era un cachorrito (en ese momento no supe si varón o hembra), recién nacido (con los ojos aún cerrados) que lloraba de dolor por tener un visible golpe en la cabeza. Entendí que estaba abandonado no sólo por su raza y aspecto, sino porque la casa junto a la que lo encontré estaba vacía. Lo recogí y lo llevé a la mía. En la luz, pude ver que era hembra.
Mi hermano, al notar su aspecto, decidió ponerle, de manera jocosa, un nombre inspirado en la famosa telenovela colombiana que estaba de moda ese año: "Betty La Fea". De la herida, le salía sangre revuelta con pus. Tomé los elementos de primeros auxilios y le extirpé la bola de materia que tenía en la frente, con lo que dejó de parecer un bebé unicornio y tomó el adecuado perfil canino. Luego le apliqué un cicatrizante. Su rostro mejoró (aunque le quedaron algunas pequeñas marcas de por vida). Los días siguientes, la llevé donde varios vecinos. Uno de ellos me contó que la tarde anterior había visto a unos sujetos en moto tirar algo sobre la reja de la casa desocupada donde yo había encontrado la perrita.
Betty y yo
Se trata de una práctica muy común en mi país, y supongo que en otros en vías de desarrollo: sacrificar a las hembras de raza mestiza porque mucha gente no las quiere ni regaladas, debido a que se embarazan y no traen beneficios económicos. Pero Betty, de milagro, sobrevivió a la caía, y, seguramente salió a la calle donde yo estaba atraída por los ruidos de la gente. Incluso luego de recuperarla, hubo alguien que, no sin sorna, se ofreció para terminar de matarla lanzándola a un caño bajo el pretexto de que no servía para nada. Muy poco se puede dialogar con estos sujetos que proyectan esa mentalidad, mezcla peligrosa entre machismo, racismo y avaricia; así que solo le dije que, aunque me parecía bonita tal cual era, estaba seguro de se iba a poner mucho mejor. 
Y así fue, con el paso del tiempo, muchos vecinos me preguntaban que qué raza era, a lo que yo, valiéndome del brillante pelaje amarillo que ostentaba, respondía: “Ladradora dorada”. También hubo quienes me pidieron insistentemente que se las regalara, pero era demasiado tarde, ya se nos había clavado en el corazón con su efusiva forma de saludarnos al llegar a casa (incluyendo el corazón de mi madre, quien, después de "vieja", aprendió a querer por primera vez a uno de mis perros).
Días después de habérmela encontrado, la llevé al veterinario y me dijo que podría tener una semana de nacida y que gozaba de buena salud. Al no saber la fecha exacta, fijamos como su cumpleaños el 2 de febrero, el cual le celebramos una vez que mi hermana tenía ganas de comerse una torta. A la semana de haberla encontrado, abrió los ojos y lo primero que vio fueron mis chanclas. Recuerdo que era un problema porque a donde iban mis chanclas ella iba. Las reconocía perfectamente, y, para que yo no la dejara sola nunca, se dormía sobre ellas. Lo que me tocaba hacer, para poder irme a jugar fútbol, era sacar mis pies con cuidado y meterles a las chanclas algo que simularan mis pies. 
La noche que se salió de su cama y se subió sola al sofá con su manta
Con el tiempo, se volvió una "señorita" que descrestó a varios caninos. Fueron ellos, en orden cronológico: Porrechicho (schnauser), Boca Negra (criollo), Ricky (labrador), Peluchín (french poodle), Toby (criollo), Bruno (lobo siberiano), y un par de desconocidos. Con ellos tuvo crías, incluyendo hermosas hembras, muy parecidas a ella cuando cachorra (ver foto), que mis amigos aceptaron adoptar gustosos. Ahora tiene 13 años y ha recibido la visita de algunos nietos. 
Es muy obediente conmigo, pero no siempre con mis hermanos. Cuando hay algo que no quiere hacer (como salirse del pesebre que pusimos para Navidad, en el que la sorprendimos con su típica "cruzada de piernas", o bajarse del sofá al que inexplicablemente se ha subido sola con todo y manta), ellos me piden que yo le dé órdenes porque me tiene un respeto especial (aclaro que yo no soy el que le sirve la comida). Además, me dice mi familia que cuando yo hago una llamada a mi casa desde lejos y ella escucha que pronuncian mi nombre, para las orejas y mira hacia mi cuarto. Es difícil entender por qué actúa así conmigo si yo soy el que más le ha pegado (para que aprenda a comportarse) y quien más le ha dado remedios horribles. A veces parece que supiera que yo soy el dueño, no de ella, sino de su triste pasado.

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