‘La Heroica’ es una ciudad que ha tenido un reciente auge en la recepción de veleros de todas partes del mundo. Su historia, su cultura, y su condición climática la convierten en un destino obligado en la ruta de los navegantes a vela. La Capitanía de Puerto y la Armada Nacional son los encargados de garantizar la bonanza de estas exigentes embarcaciones.
Por Víctor Menco Haeckermann
Uno de los eventos más atractivos para los cartageneros en los últimos tiempos ha sido el “Sail Cartagena 2010”, una fiesta de veleros organizada por Proexport, la Alcaldía de Cartagena y la Armada Nacional, en el marco de las celebraciones del Bicentenario de Independencia. A pesar de no tener mucha información previa, los cartageneros tuvieron libre acceso de abordar las embarcaciones en las que llegaron más de 4.000 marinos en sólo cinco días.
Se ha pensado en Cartagena, para este y otros eventos afines, por tener una Bahía que no sufre, como otras, las inclemencias del clima, sobre todo de los huracanes; por ser tradicionalmente una ciudad turística, llena de historias y riqueza cultural; y por la seguridad que ha experimentado el país en las últimas décadas, no sólo en las zonas de conflicto, sino en las costas, donde las autoridades tienen a su cargo la protección contra el secuestro, el terrorismo, el tráfico de estupefacientes, etc., según afirma el capitán de navío Víctor Hurtado, comandante de la Capitanía del Puerto de Cartagena. Para ratificarlo nos enseña una estadística: “Cartagena tenía 74 eventos de polizonaje cada 3 meses; la vigilancia que hemos implementado ha reducido este delito a 1 evento mensual”. Si a esto se le suma la política de seguridad en la navegación que ha desarrollado la Capítanía para brindar la tranquilidad necesaria a los tripulantes, podemos decir que las garantías que se brindan son de carácter integral.
Finalizada la fiesta de veleros, el panorama no cambia: La zona autorizada por ley y las marinas están prácticamente llenas. Arriban a la ciudad entre 60 y 76 veleros mensualmente, más o menos 1.000 al año. Se han recibido 424 de enero a junio, 19 más que el año pasado. Por eso se piensa en crear otras marinas, con mayor infraestructura, a pesar de que Cartagena lleva la delantera a nivel nacional y es protagonista en las latitudes latinoamericanas. Se necesitan instalaciones para que los tripulantes puedan bañarse, dormir, comer, aprender español, entre otras facilidades que son limitadas a bordo del velero.
La urgencia por materializar estos proyectos radica en algo que tal vez muchos colombianos no entendemos: eso que impulsa a los veleristas a vivir en el mar y de encontrar puertos como el de Cartagena. Para entenderlos bien debemos saber que la vocación del velerista obedece a una formación cultural muy propia, y no a un capricho. A diferencia del caribeño promedio, el velerista ve el mar como un escenario de vida, no como un escenario opcional a tierra firme. Navegar no es un paseo ni es un simple plan, es todo lo que tiene.
Venidos de diferentes partes del mundo, estos turistas son en su mayoría pensionados o trabajadores activos de aquellos países en los que el invierno paraliza la actividad laboral por un tiempo considerable, como Canadá. Es allí cuando aprovechan sus forzadas vacaciones para emprender un viaje por el mundo marino. Sin embargo, el velerista de tiempo completo es otro caso. Joven o viejo, ha pasado la mayor parte de vida sobre las aguas. No ve necesario trabajar para poder viajar seguro, sino que la seguridad de su alma está en la aventura. Seguramente ha heredado una embarcación y todo el conocimiento, y no ha dejado caer la pasión familiar.
Algunas generaciones de veleristas han empezado con alguien, inquieto y persistente, que se resolvió a trabajar y ahorrar para comprar su velero cuando se pensionara y así comenzar la aventura en el mar. En ello ocupó su mente durante días y noches. Luego se dispuso a ver diseños y fue adquiriendo pequeñas piezas para concretarlo. Contó con la dicha de tener a su lado una pareja que estaba de acuerdo con un cambio de vida y se casó. Cuando al fin ambos pudieron pensionarse, se lanzaron al mar. Trajeron niños al mundo a bordo de la embarcación. Allí, sus hijos crecieron, conocieron infinidades de parajes, aprendieron nuevas lenguas, y, lo más importante, formaron una personalidad más abierta a las diferencias. Por ello, no es raro encontrar un velerista que, a diferencia del marino corriente, no carga su barco tatuado en la piel sino en sus genes.
Mientras el ciudadano promedio de los países latinoamericanos vive una juventud gastando en placeres pasajeros y, con lo que le sobra, se afana para comprar carros y propiedades, y sueña con retirarse a vivir su vejez tranquilamente en su casa-finca; muchas personas de los países con una cultura marítima desarrollada, aún con pocos recursos, trabajan monótonamente por adquirir un velero y retirarse a vivir en esta pequeña embarcación, desarrollando destrezas para sobrevivir a los embates en altamar. Para los primeros, esto último sería una locura, como vivir la vida al revés.
A menudo el Jefe del Área de Naves de la Capitanía del Puerto de Cartagena, Víctor Báez, recibe personas de este tipo, que le dicen: “Vengo con mi sueño desde hace doce años. ¿Qué tengo que hacer para tener un velero?”. Entonces él les explica el procedimiento y los trámites legales que debe emprender. Al preguntarle por Cartagena, me dice que aquí “no se ve esta cultura ni en el colegio ni en la casa ni en ni en la universidad. Adquirir un velero nos parece un imposible. Es cierto que los recursos son importantes, pero puede comenzarse porque las instituciones adquieran equipos de deportes náuticos. Los jóvenes de la Escuela Naval, por ejemplo, han hecho un buen trabajo para elevar la competitividad de nuestros deportistas a nivel nacional”.
“Se necesitan establecer canales entre los centros educativos, la administración pública, la empresa privada, los clubes sociales, las fundaciones y la Capitanía de Puertos. Nosotros aquí estamos dispuestos a recibir propuestas organizadas para que el mar sea una posibilidad de deporte, de vida y de desarrollo para todos los cartageneros. Así como se ha trabajado por el boxeo y el patinaje, Cartagena está en mora de ser una potencia en los deportes náuticos”, propone Báez. “Porque tenemos lo principal, que son los escenarios. Falta patrocinio y formación educativa desde niños y jóvenes. Se puede empezar por algo básico: llevarlos a conocer su propio ecosistema con el fin de despertar el interés por conservarlo y aprovecharlo al máximo. Y no es una tarea difícil. Si examinamos bien el problema, veremos que a personas de otras ciudades les sale más costoso y lo hacen”.
Lo cierto es que tarde y temprano lo que propone Víctor Báez va a suceder. El desarrollo de las marinas en toda la costa Caribe va a exigir, en principio, de un personal cualificado para atender las necesidades de los deportistas extranjeros, y, más tarde, de los propios. Y el choque será fuerte cuando se halle una ciudad de espaldas a mar. Será entonces, con el agua metiéndose por todos lados, cuando despertaremos, y forzadamente intentaremos que el barco no se nos hunda.
Fuente: Menco Haeckermann, Víctor. "Cartagena, alza tus velas". Revista Actual, 50, julio. 2011: . Impreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario