Por Víctor Menco Haeckermann
Hace algunos años, los padres de muchos bachilleres de clase alta y media del Caribe colombiano optaban por enviarlos a estudiar al “Primer Mundo” con el fin de aspirar a un mejor futuro. Si bien el fenómeno persiste, las universidades de la región se han multiplicado, han extendido su cobertura, y han elevado sus estándares de calidad para captar ese y otros sectores estudiantiles.
Ya no
es tan extraño ver que jóvenes de las llamadas familias “acomodadas” opten por
quedarse en Colombia teniendo con qué irse a estudiar a Europa, Norteamérica o
Bogotá. Aunque algunas de estas familias continúan con aspiraciones de
abandonar el país, la proliferación de universidades privadas con altos
estándares de calidad ha ido deteniendo la fuga de talentos, o fuga de
cerebros, es decir, la emigración de individuos ya formados por el sistema
educativo de una nación para entregárselos a otra más desarrollada, ahorrándole
el costo de la primera etapa formativa, debido a las pocas oportunidades económicas
que presenta aquella.
Los
esfuerzos por generar una mayor y mejor oferta universitaria para los
bachilleres en general han sido consecuencia de varias circunstancias, entra
ellas: la “revolución educativa” implementada por el gobierno central, donde se
propuso tener una cobertura casi total en la educación primaria, lo que debió
influir en el aumento de cupos universitarios; la autosostenibilidad exigida por
el gobierno, que también ocasionó que las universidades aumentaran sus cupos en
aras de concebir la educación como un servicio; los mecanismos de control de
calidad y la colaboración de universidades de otras regiones más desarrolladas;
e indirectamente, el incremento de la seguridad y un desencanto de quienes
pensaban que las sociedades “pimermundistas” estaban exentas crisis económicas.
Aprovechando
este marco, las universidades de la región emplean estrategia que busca seducir
a los estudiantes de clase media y alta: la internacionalización que se ha
comenzado a consolidar desde los currículos en los distintos programas
académicos de educación superior, asumida como política medular en las universidades
de carácter privado en la Costa Caribe. Particularmente, figuran las alianzas
de cooperación académica con instituciones universitarias internacionales,
programas con opción de doble titulación, cursos de verano y diversidad de
opciones de programas de intercambios a otros países.
Según el
director de la Asociación de Instituciones de Educación Superior de la Región Caribe
(ASIESCA), Tito Crissien, para que las universidades privadas puedan atraer
esas personas en fuga se debe mejorar la calidad, y la calidad en Colombia se
mide por la acreditación. “Cada vez más se vinculan profesores con maestrías y
doctorados a los cuerpos docentes de las universidades. Ahora que se ha venido
incluyendo este personal, podemos formar mejores profesionales”.
La
mayoría de los expertos en el tema señalan que otro de los elementos que ha
colaborado con la detención de la fuga de posibles estudiantes han sido las
políticas de seguridad implementadas por los últimos gobiernos. Sobre todo para
los estratos altos, la amenaza del secuestro era un problema que se resolvía
usando como “excusa” el estudio en el exterior para desarrollar libremente su
proyecto de vida. Una vez controlados muchos actos de violencia urbana y rural
productos del narcotráfico y los grupos armados ilegales, a la gente le ha
vuelto la fe en el país, y ha invertido en educación.
A pesar
de las mejoras en materia de seguridad, una familia pudiente de hoy día con
peligros de extorsión y secuestro que desea proteger a sus jóvenes tiene dos
opciones: o invertir una incómoda seguridad o enviarlos a continuar sus
estudios en el exterior. Y contra esto último las universidades no pueden hacer
nada. Otros siguen emigrando en busca de una universidad de prestigio que los
integre al mercado laboral de un país más próspero (aunque no exento de crisis
económicas más abruptas), o, en su defecto, que les sirva de respaldo para
desempeñar altos cargos en el suelo propio; o desean programas poco
tradicionales o más especializados que se amolden a su perfil; o se ven en la obligación
de buscar un sistema educativo que, al graduarse, les permita explotar su
genialidad científica o artística en escenarios que Colombia difícilmente puede
brindarles. Y unos pocos, que se ubican en un rango de clase media-baja, se
integran a la fuga a través de becas que proporcionan las universidades
extranjeras.
Aquí se
presenta un hecho bastante curioso: Las becas que ofrecen las universidades
extranjeras a través del gobierno emplean una estrategia de control que
consiste en incluir en el convenio una cláusula legal donde el becario se
compromete a regresar a servir al país una vez termine sus estudios. Pero más
allá de estas estrategias de amarre, no hay en Colombia una política estatal que,
antes de constreñir, promocione la universidad nacional como una alternativa
viable, como sí lo han hecho Estados Unidos a través de toda su historia (país
construido a base de la captación de inmigración productiva), y más
recientemente España.
¿Es
posible que tracemos una política que seduzca tanto a colombianos como a extranjeros
que eventualmente deseen aprovechar la experiencia de aplicar conocimientos en
un país con inmensos recursos hídricos, mineros, humanísticos, etc.? Para Tito Crissien,
en el marco de la internacionalización superior sí se está haciendo un esfuerzo
en común para concretar intercambios académicos. Además, en las áreas donde
tenemos fortalezas, como en la petrolera, se está trayendo personal calificado
de otras latitudes.
Para
los nacionales, quedarse a cursar la universidad en Colombia es un plan que
genera muchas ventajas: estar cerca de la familia y los amigos de siempre,
disfrutar de los lugares únicos y de la variedad cultural que el país ofrece, emprender
proyectos rentables que apoyen lo propio, entre otras satisfacciones personales.
Por estos motivos, varios de los que emigran terminan volviendo.
En el
marco de la II Conferencia Internacional en Estudios Caribeños (Cartagena,
2010), el escritor y profesor cubano Alejandro Aguilar, quien ha dictado clases
y talleres en muchas universidades de Estados Unidos, confiesa en una entrevista:
“Generalmente se mira hacia las naciones industrializadas como mecas del
bienestar, como la meta a alcanzar. La experiencia me dice, tal vez también la
edad, que a veces buscamos el paraíso sin saber que estamos parados sobre él,
porque nos confunden las manifestaciones no esenciales del fenómeno. Y es
cierto que los problemas cotidianos producen esa ansiedad por una vida mejor.
Pero una cosa es clara: la felicidad no está determinada por los avances
económicos del país que se habita”.
El Caribe Colombiano frente a otras regiones
La tasa
de cobertura universitaria en Colombia, que es el número de jóvenes en edad universitaria
que ingresa a la universidad y permanece, se ha incrementado en los últimos
años del 21,6 % a 36%, es decir un 14.4%. A principios de 2004 había menos de
un millón de universitarios y a finales del primer semestre de este año, en las
aulas de clases hay un millón setecientos estudiantes, según el Ministerio de
Educación Nacional.
En la
Costa Caribe, las universidades reportaban una cobertura de ciento treinta y
siete mil estudiantes en el 2008, y al comenzar el 2010, la comunidad
estudiantil registró ciento cincuenta mil trescientos estudiantes, aumentando
en un promedio de cuatro mil quinientos estudiantes por año. Pero estas cifras alentadoras
hay que analizarlas con detenimiento, dada la reciente concepción que se tiene del
SENA y otras entidades afines como “educación superior”, lo cual disparó el
aumento. Además, la cobertura por sí sola no es sinónimo de calidad.
Sin
embargo, el incremento en materia de cobertura es indiscutible, y teniendo en
cuenta la brecha existente entre el Caribe colombiano y otras regiones más
desarrolladas, en materia de educación esa brecha es mucho más pequeña. Los
resultados de las pruebas ECAES, con todas las críticas que siempre suscitan
las pruebas de estado en todas partes del mundo, dejan bien posicionados a
muchos programas de la Costa Norte, y el futuro se presenta cada vez más
alentador para ofrecer a los nativos de esta región una posibilidad de estudios
superiores competitivos frente a las demás.
La decana de la Facultad de Ciencias y Educación Social de la Universidad de
Cartagena, Anita
Pombo Gallardo, asegura que la educación superior en el Caribe Colombiano, en
lo que va de la primera década del siglo XXI, comienza a fortalecerse, en orden
a la calidad, su pertinencia y a la responsabilidad social de responder a las
exigencias del mundo globalizado, a la sociedad del conocimiento y de la información.
“Hasta
la última década del siglo pasado -agrega-, la formación a nivel de postgrados
en maestrías y doctorados era una de las mayores debilidades en la Costa Caribe
colombiana”. En palabras de la decana, hoy se cuenta con experiencias exitosas
como la creación de redes de universidades (por ejemplo, el convenio SUE-Caribe),
que han aunado esfuerzos para la creación de programas de maestrías y doctorados
conjuntos. De esta manera, las fortalezas de cada una de las universidades se convierten
en oportunidades para el mejoramiento de la formación de profesores y de
creación de capacidades instaladas en otras instituciones, para la continuidad
de procesos autónomos de formación posgraduada, y, por ende, para ofrecer calidad.
En
materia de investigación, la educación superior en el Caribe se comienza a
posicionar como una de las estrategias de mayor crecimiento. Por poner un
ejemplo, en la última categorización de Colciencias (2009) la Universidad de
Cartagena alcanzó el mayor número de grupos de investigación en la región, e
igualmente este indicador aumentó en comparación con los resultados de las
cifras de años anteriores. Con esto, vemos se favorece la producción de conocimiento y la difusión de estos
en revistas acreditadas de orden local, regional e internacional.
Según Anita
Pombo Gallardo, a pesar de los resultados alcanzados en las pruebas ECAES, del
aumento de cobertura y del acceso a nuevas fuentes de financiación para becas, entre
otros avances, se hace necesario continuar haciendo esfuerzos académicos que
favorezcan los procesos de articulación con el nivel de educación media y el
sector productivo, con el fin de garantizar la calidad de los estudiantes que
ingresan a la universidad, y de elevar la calidad de la producción científica
que demanda el sector productivo y la sociedad en general, respectivamente.
Esto
nos lleva a concluir que los retos para las universidades de la región y del
resto del país son cada vez mayores. En el presente, cuando se piensa que ser
universitario ya no es suficiente para entrar a competir en el campo laboral,
las universidades aún están en deuda de ofrecer becas y facilidades de pago
para maestrías y doctorados, tal como lo hacen en Argentina y Chile, por
mencionar sólo dos países en vías de desarrollo que atraen principalmente a
profesionales de clase media y baja. Únicamente la constancia de las directivas
universitarias y una política seria por parte del Estado que no pretenda
abordar los problemas de la educación por un lado, y los problemas económicos y
de orden público por otro, sino en conjunto, serán capaces de dar frutos que
posicionen a Colombia y sus regiones como una potencia educativa capaz de
seducir a nacionales y extranjeros.
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